jueves, 21 de agosto de 2014

Las 4 "P": Poesía, Poema, Poético, Poeta. Una aproximación desde el pasatiempo o desde el pasar del tiempo.

Poesía y poema, para mí son distinciones, aunque relacionadas, diferentes. Como lo son: la matemática y los números; la competencia y el deporte; la política y los partidos políticos; la computación y los programas computacionales)

Para mí, actualmente, la poesía es el género literario denominado Lírico. La literatura, para mí, es una manifestación artística, que usa y tiene a las palabras como medio expresivo.

Para mí, el poema es un organismo (constructo) lingüístico connotativo, con características y propiedades propias del género literario poesía..

Considero que para producir (construir) poemas se puede prescindir de habilidades psicomotoras (salvo presionar teclas,u otra técnica para registrar símbolos sobre una superficie). 


En base a lo expresado en los dos párrafos anteriores, es que la producción de poemas, las relaciono mas con ser una práctica intelectual que manual.

Para mí, en el poema se expresan y encuentran: pensamientos; sentimientos; ideas; emociones; intuiciones; sensaciones; percepciones; reflexiones; visiones y cosmovisiones; creencias; vivencias y experiencias significativas (vitales); planes, azares y cotidaneidades; lugares deslumbrantes; sucesos sociales o naturales o sobrenaturales de excepción; seres notables; eventos aparentemente comunes y corrientes; ocurridos, transcurridos, concurridos en ámbitos naturales (reales) o ficticios. 

En el poema ocurre aquello que esta escrito y expresado, y en la manera como está escrito y expresado, eso, para mí, es hecho poético. 


Para mí, el carácter connotativo del poema esta expuesto en la cantidad y variedad de interpretaciones que potencialmente puede hacer o tener, quien lo lee, y de la cantidad y variedad de efectos que potencialmente puede generar en quien lo lee.


Para mí en el carácter connotativo de un texto identificado como poema, es donde radica la particularidad y singularidad de la poesía como género literario.

En el género literario poesía, para mí, es en el que mas se extrema la utilización de la variedad y multiplicidad de posibilidades expresivas del lenguaje, en cuanto palabra. En este género, he encontrado, soluciones a fallas y limitaciones del lenguaje


Para mí, lo poético, en una importante medida, está en lo connotativo.


Por contraposición a un texto connotativo, para mí, están los textos denotativos, cuya características es que tienen (o deben tener) una sola interpretación  inequívocamente.


Algunos ejemplos de connotación(C) y denotación(D): 


D: Fue sepultado por un funcionario del cementerio, sin mas personas presentes, no hubo palabras de despedida

C: Tras la paletada, / nadie dijo nada, nadie dijo nada 

D: Por inspección visual de las extremidades inferiores de este menor de 6 años, se advierte que esta con hipotermia.  Porque está sin atender. 

C: Piececitos de niño, / azulosos de frío, / ¡cómo os ven y no os cubren, / Dios mío!.

D: El proceso creativo de escribir de poemas se asemeja a la creación divina

C: El poeta es un semidios

D: Opino que tendrías que interrumpir el embarazo

C: Desde el fondo de tí y arrodillado un niño triste como yo nos mira...YO NO lo quiero, Amada./Para que nada nos amarre /que no nos una nada.

D: La presentación y preparación de esta comida, característica de la zona, cumple con los estándares convenidos.

C; Hermoso como vacuno joven es el canto de las ranas guisadas de entre perdices

D: El poema es un texto literario connotativo

C: Lo importante no es lo que digo / Sino lo que dejo de decir

D: En que consiste el fenómeno del amar

C: Que se aman cuando se ama mi Dios

D: La felicidad es un esfuerzo psicológico que impulsa la acción .

C: Pienso que la felicidad es un breve deslizarse de remos en el agua

D: La soledad tiene dos dimensiones, una fisica y otra psicológica, la mayor intensidad es cuando ambas dimensiones se presentan simultaneamente.

C: No es lo mismo estar solo que estar solo en la habitación de la que acabas de salir 


Para mí, poeta es la persona que ejerce la práctica (oficio o arte) de producir poemas y que para hacerlo requiere de:

Conocer a cabalidad: una lengua, en el sentido idiomático (reglas gramaticales, sintácticas, ortográficas etc.);  las formas expresivas propias del género (verso, métrica, rima, metáforas, anaforas, ritmo, lirismo, pleonasmo, retórica,  etc.); la historia de la poesía, sus corrientes y estilos; el máximo de poemas creados en la historia de la humanidad; en particular y especialmente conocer los y las poetas y poemas de su idioma, cultura, etnia, nacionalidad, continente.

Tener: un amplio y variado vocabulario; relación con el "mundo" literario, sus pares, instituciones culturales, académicas, gremiales, industria editorial, revistas especializadas y de divulgación, medios de comunicación, congresos, seminarios, encuentros literarios, talleres, etc., de manera formal, personal e institucional.

De estar interesado (cercano) en manifestaciones de conocimiento y especialmente de arte, tanto en el ámbito nacional como internacional.

Pienso que el oficio o arte de producir poemas, conlleva: talento, disciplina (rigor); creatividad (libertad); ética (honestidad y responsabilidad); estética (belleza); crear y recrear lenguaje (innovación); entusiasmo (amor), disfrute, (pasión). 

Considero que la creación y recreación del lenguaje y formas expresivas, conlleva: innovación, ampliación de posibilidades expresivas, aprendizajes, efecto en su transcendencia y evolución.


Frente a la pregunta de si, la o el poeta "nace" o se "hace", para mí, por lo antes expuesto, es una combinación, exceptuando el talento y parcialmente la disciplina, los demás aspectos requeridos se obtienen por aprendizaje.


En cuanto al asunto de los reconocimientos y las consagraciones, para mí, también por antes expuesto, estos se obtienen gradualmente, el o la poeta comienza a producir de manera espontanea, ingenuamente en relación a la no inocencia del lenguaje, es decir como aprendiz, y puede llegar a hacerlo de manera formal, lucidamente en relación a la no inocencia del lenguaje, es decir con maestría.


Respecto de la calidad literaria de un poema, para mí, una vez mas, por lo antes expuesto, esta tiene que ver por una parte con el manejo del idioma y por otra de las propiedades del género literario, además de la originalidad e innovación.

Quedan pendiente abordar las nociones de: constructo, talento, producción, disciplina, creatividad, oficio, arte, innovación, ética, estética, conocimiento, aprendizaje, transcendencia, evolución, maestría, originalidad, amor, pasión, disfrute. Casi nada.

Se extiende la invitación a leer cuatro textos, creados por personas que ejercieron (2) y ejercen el oficio o arte, de producir poemas, y que, desde mi punto de vista, expresan en un grado artístico superior (excelso, con maestría) ideas, de las que me siento deudor.


Ojalá que disfruten las invitaciones.

Notas.-
i)  Para mí, la creación del lenguaje (palabras y números) es quizás la invención y descubrimiento por excelencia de la especie humana.

ii) Como pasatiempo y jugando con las palabras, a veces escribo textos a reglón seguido y otras discontinuado. Considerando lo anteriormente expuesto, para mí, algunos de esos textos se asemejan a poemas. Disfruto y siento agrado escribiendo. Me angustia, me alegra, me duele, me da goce, me expande y abre posibilidades, me hace sentir, pensar, amar, me causa asombro, y así he pasado parte del tiempo malgastando aire, jugando con las palabras desde hace 50 años aproximadamente, intentando estar conectado.

iii) Por la publicación de un libro de poesía no necesariamente alguien puede ser considerado poeta

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(*)
SI SE HA DE ESCRIBIR CORRECTAMENTE POESÍA 
Enrique Lihn

Si se ha de escribir correctamente poesía
no basta con sentirse desfallecer en el jardín
bajo el peso concertado del alma o lo que fuere
y del célebre crepúsculo o lo que fuere.
El corazón es pobre de vocabulario.
Su laberinto: un juego para atrasados mentales
en que da risa verlo moverse como un buey
un lector integral de novelas por entrega.
Desde el momento en que coge el violín
ni siquiera el Vals triste de Sibelius,
permanece en la sala que se llena de tango.

Salvo honrosas excepciones las poetisas uruguayas
todavía confunden la poesía con el baile
en una mórbida quinta de recreo,
o la confunden con el sexo o la confunden con la muerte.

Si se ha de escribir correctamente poesía
en cualquier caso hay que tomarlo con calma.
Lo primero de todo: sentarse y madurar.
El odio prematuro a la literatura
puede ser de utilidad para no pasar en el ejército
por maricón, pero el mismo Rimbaud
que probó que la odiaba fue un ratón de biblioteca,
y esa náusea gloriosa le vino de roerla.

Se juega al ajedrez
con las palabras hasta para aullar.
Equilibrio inestable de la tinta y la sangre
que debes mantener de un verso a otro
so pena de romperte los papeles del alma.
Muerte, locura y sueño son otras tantas piezas
de marfil y de cuerno o lo que fuere;
lo importante es moverlas en el jardín a cuadros
de manera que el peón que baila con la reina
no le perdone el menor paso en falso.

Quienes insisten en llamar a las cosas por sus nombres
como si fueran claras y sencillas
las llenan simplemente de nuevos ornamentos.
No las expresan, giran en torno al diccionario,
inutilizan más y más el lenguaje,
las llaman por sus nombres y ellas responden por sus nombres
pero se nos desnudan en los parajes oscuros.
Salvo honrosas excepciones ya no hay grandes poetas
que no parezcan vendedores viajeros
y predican o actúan e instalan su negocio
en dios o en la taquilla de un teatro de provincia.
Ningún Misterio: trucos del lenguaje.

Discursos, oraciones, juegos de sobremesa,
todas estas cositas por ·las que vamos tirando.

Si se ha de escribir correctamente poesía
no estaría de más bajar un poco el tono
sin adoptar por ello un silencio monolítico
ni decidirse por la murmuración.
Es un pez o algo así lo que esperamos pescar,
algo de vida, rápido, que se confunde con la sombra
y no la sombra misma ni el Leviatán entero.
Es algo que merezca recordarse
por alguna razón parecida a la nada
pero que no es la nada ni el Leviatán entero
ni exactamente un zapato ni una dentadura postiza.
Porque escribí: Antología poética
Fondo De Cultura Económica USA, 1995

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(**)
CUANDO YO NO ERA POETA
Jorge Teillier
Cuando yo no era poeta
por broma dije era poeta
aunque no había escrito un solo verso
pero admiraba el sombrero alón del poeta del pueblo.
Una mañana me encontré en la calle con mi vecina.
Me preguntó si yo era poeta.
Ella tenía catorce años.
La primera vez que hablé con ella
llevaba un ramo de ilusiones.
La segunda vez una anémona en el pelo.
La tercera vez un gladiolo entre los labios.
La cuarta vez no llevaba ninguna flor
y le pregunté el significado de eso a las flores de la plaza
que no supieron responderme
ni tampoco mi profesora de botánica.
Ella había traducido para mí poemas de Christian Morgenstern.
A mí no se me ocurrió darle nada a cambio.
La vida era para mí muy dura.
No quería desprenderme ni de una hoja de cuaderno.
Sus ojos disparaban balas de amor calibre 44.
Eso me daba insomnio.
Me encerré mucho tiempo en mi pieza.
Cuando salí la encontré en la plaza y no me saludó.
Yo volví a mi casa y escribí mi primer poema.
Del libro "El molino y la higuera"
Ediciones del Azafrán Santiago de Chile, 1993
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(***)
ACLARACIÓN PRELIMINAR
Eduardo LLanos Melussa

Si ser poeta significa poner cara de ensueño,
perpetrar recitales a vista y paciencia del público indefenso,
inflingirle poemas al crepúsculo y a los ojos de una amiga
de quien deseamos no precisamente sus ojos;
si ser poeta significa allegarse a mecenas de conducta sexual dudosa,
tomar té con galletas junto a señoras relativamente deseables todavía
y pontificar ante ellas sobre el amor y la paz
sin sentir ni el amor ni la paz en la caverna del pecho;
si ser poeta significa arrogarse una misión superior,
mendigar elogios a críticos que en el fondo se aborrece,
coludirse con los jurados en cada concurso,
suplicar la inclusión revistas y antologías del momento,
entonces, entonces, no quiero ser poeta.

Pero si ser poeta significa sudar y defecar como todos los mortales,
contradecirse y remorderse, debatirse entre el cielo y la tierra,
escuchar no tanto a los demás poetas como a los transeúntes anónimos,
no tanto a los lingüistas cuanto a los analfabetos de precioso corazón;
si ser poeta significa enterarse de que un Juan violó a su madre y a su propio hijo
y que luego lloró terriblemente sobre el Evangelio de San Juan, su remoto tocayo,
entonces, bueno, podría ser poeta
y agregar algún suspiro a esta neblina.

Antología presunta : 1976-2002
Santiago, Chile : Fondo de Cultura Económica, 20003
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(****)
SOBRE EL MUNDO DONDE VERDADERAMENTE HABITO O LA EXPERIENCIA POÉTICA
Jorge Teillier
He oído decir alguna vez que poesía es lo que hace el poeta. La tarea es partir desde ese lugar y tratar de establecer qué es poesía para quien ejerce ese "monótono oficio o arte".
En un principio poesía eran para mí los extraños trozos de pareja tipografía medida y rimada que aparecían en los libros de lectura, esos versos que hay que aprender de memoria (y no de corazón como se dice en francés); de donde surgen el caballo blanco que nos va a llevar de aquí, las loas a los padres de la patria, los versos a la madre que el mejor alumno declama en el proscenio.
Para empezar entonces, la poesía es lo distinto al lenguaje convencional, por una parte, y por otra, "lo bello", lo idealizado como las cuatro estaciones en los cuadros donde se aprende idioma. Dos son las poesías escolares que aún recuerdo: una me atrajo por la anécdota: "La canción del pirata" de Espronceda ("La luna en el mar riela / y en la lona gime el viento), y la otra de García Lorca: "Naranjita de oro/ de oro y de sol", donde las palabras me sonaban como un encantamiento análogo al de las rondas entonadas por las vecinas al atardecer.
No recuerdo haber intentado escribir poema alguno hasta los doce años de edad. La poesía me parecía algo perteneciente a otro mundo y prefería leer en prosa. Leía como si me hubiesen dado cuerda, así como relata Pasternak que veía leer a los moscovitas en los trenes de 1941 ajenos al cañoneo alemán venido de unos pocos kilómetros. Leía de todo, desde cuentos de hadas y El Peneca hasta Julio Verne, Knut Hamsun y Pannait Istrati por quien aún vuelan los cardos en el Baragán.
Desde los doce años escribía prosa y poemas, pero en Victoria, ciudad donde aún suelo vivir, fue donde escribí mi primer poema verdadero, a eso de los dieciséis años, o sea, el primero que vi, con incomparable sorpresa, como escrito por otro.
Sobre el pupitre del liceo nacieron buena parte de los poemas que iban a integrar mi primer libro Para ángeles y gorriones, aparecido en 1956. Mi mundo poético era el mismo donde también ahora suelo habitar, y que tal vez un día deba destruir para que se conserve: aquel atravesado por la locomotora 245, por las nubes que en noviembre hacen llover en pleno verano y son las sombras de los muertos que nos visitan, según decía una vieja tía; aquel poblado por espejos que no reflejan nuestra imagen sino la del desconocido que fuimos y viene desde otra época hasta nuestro encuentro, aquel donde tocan las campanas de la parroquia y donde aún se narran historias sobre la fundación del pueblo. Y también aparecían los poetas; el primero de todos Paul Verlaine, cuyos versos rimaban con las campanas y los pájaros y cuya poesía fue la primera que aprendí a ver viva sin necesitar otra cosa que el sonido, y luego Rubén Darío, López Velarde y Luis Carlos López, provincianos cursis y universales, y también los chilenos: Vicente Huidobro, cuya antología leía en la Pascua de 1949, y Omar Cáceres que me fue descubierto por Miguel Serrano en su Ni por mar ni por tierra ("La brújula del alma señala el sur"), y Pezoa Véliz y Alberto Rojas Giménez y Romeo Murga que hablaba por nosotros a las muchachas con las que no podíamos hablar. Sin embargo, aclaro que nunca hubo para mí distinción entre poetas chilenos y poetas extranjeros. Se es o no es poeta, y allí no caben nacionalidades. Más aún, creo que es un signo de madurez no preguntarse ya "qué es lo chileno". Las personas adultas no se preguntan quién son, sino cómo van a actuar. También las colectividades adultas, me parece.
Nuestra poesía siempre ha tendido a la universalidad, que fundamentalmente se obtiene por el lenguaje imperecedero de la imagen. "La muerte que está ante mí como el chubasco que se aleja" del arpista del Antiguo Egipto es también, "la muerte es grande y somos los suyos" de Rilke, y la misma nieve recuerda a las damas de antaño de Villon y es como la soledad en Rilke, y el tiempo es un río en Heráclito y Jorge Manrique.
Pero vuelvo a 1953... cuando como todo provinciano debí hacer el viaje bautismal de hollín de trenes de entonces a Santiago, atravesando la noche como en un vientre materno hasta asomarse a la lívida madrugada de boca amarga de la Estación Central. Por esos años el héroe poético de mi generación era Pablo Neruda, que perseguido por el Traidor se dejaba crecer barba y atravesaba a caballo la Cordillera y desde México lamentaba que los jóvenes leyeron Residencia en la tierra y llamaba a cantar con palabras sencillas al hombre sencillo y en nombre del realismo socialista convocaba a los poetas a construir el socialismo. Hijo de comunista, descendiente de agricultores medianos o pobres y de artesanos, yo sentimentalmente sabía que la poesía debía ser un instrumento de lucha y liberación y mis primeros amigos poetas fueron los que en ese entonces seguían el ejemplo de Neruda y luchaban por la Paz y escribían poesía social.
Pero yo era incapaz de escribirla, y eso me creaba un sentimiento de culpa que aún ahora suele perseguirse. Fácilmente podía ser entonces tratado de poeta decadente, pero a mí me parece que la poesía ser entonces tratado de poeta decadente, pero a mí me parece que la poesía no puede estar subordinada a ideología alguna, aun cuando el poeta como hombre y ciudadano (no quiero decir ciudadano elector, por supuesto) tiene derecho a elegir la lucha a la torre de marfil o de madera o cemento. Ninguna poesía ha calmado el hambre o remediado una injusticia social, pero su belleza puede ayudar a sobrevivir contra todas las miserias. Yo escribía lo que me dictaba mi verdadero yo, el que trato de alcanzar en esta lucha entre mí mismo y mi poesía, reflejada también en mi vida. Porque no importa ser buen o mal poeta, escribir buenos malos versos, sino transformarse en poeta, superar la avería de lo cotidiano, luchar contra el universo que se deshace, no aceptar los valores que no sean poéticos, seguir escuchando el ruiseñor de Keats, que da alegría para siempre. De qué le vale escribir versos a tanto personaje resentido y sin puerta de escape que vemos deambular por el mundo literario.
II
A su debido tiempo, me parece que todo poeta en esta sociedad se suele considerar un sobreviviente de una perdida edad, un ente arcaico. La poesía es una enferma grave, a la que se le toleran algunos caprichos en espera de su futura muerte, y también la Cenicienta (para editores) de los géneros literarios aun cuando la novela sea "la poesía de los tontos" según dice mi amigo el poeta Molina Ventura.
La burguesía ha tratado de matar a la poesía, para luego coleccionarla como objeto de lujo. Me parece un signo de estos tiempos ver cómo medio mundo reúne cosas que nunca se usarán: volantines que jamás se enredarán en un árbol, botellas que nunca recibirán vino, redes de pescadores que no sirven para atrapar un pez, llaves mohosas para ninguna puerta, "posters" con efigies de muertos que de algún modo se contribuyó a matar. El poeta es un ser marginal, pero de esta marginalidad y de este desplazamiento puede nacer su fuerza: la de transformar la poesía en experiencia vital, y acceder a otro mundo, más allá del mundo asqueante donde se vive. El poeta tiende a alcanzar su antigua "conexión con el dínamo de las estrellas", en su inconsciente está su recuerdo de la "edad de oro" a la cual acude con la inocencia de la poesía. Si soy extraño en este mundo no soy extraño en mi propio mundo, reflexiona el creador, y a la larga, en poesía, "lo que no es práctico resulta ser lo práctico" como escribía Gunnar Ekelof. Pienso en dos poetas chilenos ya fallecidos que pagaron con su vida su calidad de poetas: Teófilo Cid y Carlos de Rokha, ambos "amateurs de la lepra", en nuestro medio. Sí, la poesía considerada como la lepra en este mundo en donde está muriendo la imaginación, en donde la inspiración está relegada al desván de los muebles viejos. Astronautas antisépticos y en esterilizados vehículos llegarán a la luna a plantar sus pequeñas banderas, y a transmitir mensajes sin sentido, serán artistas de circo en la "caja de los idiotas" de la TV. Al contrario, pienso en los verdaderos conquistadores como Cristóbal Colón que parte sin mapas junto con un equipo de locos y presidiarios hasta que aparece el Nuevo Mundo que surge gracias a su visión; en Ponce de León muriendo en pos de la Fuente de la Juventud; Gonzalo Pizarro yendo hacia El Dorado; el Padre Meléndez en estrechas chalupas bogando por los canales hacia la Ciudad de los Césares. Qué puede ver el ciudadano del siglo XX en la Luna sino un pequeño satélite cuya probable utilidad será la de depósitos de perfeccionados proyectiles nucleares, allí donde las jóvenes irlandesas veían al rostro de su futuro amado, los puritanos de Boston a un duende maléfico, los nativos de Samoa una anciana hilando nubes, los niños de hace treinta años a la Sagrada Familia rumbo a Egipto. El poeta es el guardián del mito y de la imagen hasta que lleguen tiempos mejores.
III
Creo que todos mis libros forman un solo libro, publicado en forma fragmentaria, a excepción de Crónica del Forastero. Me parece que difícilmente uno tiene más de un poema que escribir en su vida. Hay varias tendencias en mis libros que van de Para ángeles y gorriones (1956) hasta Poemas del País de Nunca Jamás (1963); una descriptiva del paisaje visto como un signo que esconde otra realidad (como en los poemas "El Aromo" o "Molino de Madera"), otra como la historia de un personaje contada con un marco de referencia que es siempre la aldea (así en "Historia de Hijos Pródigos"), otra como el afrontar el problema del paso del tiempo, de la muerte que subyace en nosotros revelada como el fuego revela la tinta invisible por medio de la palabra (los poemas "Domingo a domingo" u "Otoño secreto"). En este sentido quiero hacer destacar que para mí la poesía es la lucha contra nuestro enemigo el tiempo, y un intento de integrarse a la muerte, de la cual tuve conciencia desde muy niño, a cuyo reino pertenezco desde muy niño, cuando sentía sus pasos subiendo la escalera que me llevaba a la torre de la casa donde me encerraba a leer. Sé que la mayoría de las personas que conozco y conocemos están muertas, que creo que la muerte no existe o existe sólo para los demás. Por eso en mis poemas está presente la infancia, porque –para mí– el tiempo más cercano a la muerte y en donde verdaderamente se entiende lo que significa. Por otra parte, yo no canto a una infancia boba, en donde está ausente el mal, a una infancia idealizada; yo sé muy bien que la infancia es in estado que debemos alcanzar, una recreación de los sentidos para recibir limpiamente la "admiración ante las maravillas del mundo". Nostalgia sí, pero del futuro, de lo que no nos ha pasado, pero que debiera pasarnos.
Siguiendo con mis libros, Los trenes de la noche es un solo poema escrito también de un solo golpe, en un viaje de Santiago a Lautaro, mirando por la ventanilla del tren nocturno, escribiendo unos versos en un cuaderno de croquis tras salir a respirar a la pisadera del carro, tras bajarme rápidamente en las estaciones de donde parten los ramales, a tomar un vaso de vino. El paso del tren representa el tiempo que las locomotoras van dividiendo en forma implacable en el pueblo natal que atraviesan por la mitad. Alguna vez correrá un último tren, pensaba yo, cuál será ese último tren, así como tantas veces pienso quién pronunciará por última vez mi nombre, quién leerá por última vez un poema mío.
Crónica del Forastero es un libro con menos revelación, menos visión lírica, un intento fallido tal vez de cambiar mi expresión habitual por el relato, a costa unas veces del relato, otras de la tensión lírica. Pero uno muchas veces no es responsable de lo que hace. Mi intento era el de revivir a través de un personaje lírico la historia o mejor dicho la intrahistoria de la Frontera, nuestro Far West, donde nace en el Siglo XVI la poesía chilena con Pedro de Oña y Ercilla; esa zona tan singular nacida de la fusión de tres razas; revivir a los (y mis) antepasados, proyectar una historia mítica en un presente que debe cambiarse. Yo debía transformarme en una especie de médium para que a través de mí llegara una historia, y una voz de la tierra que es la mía, y que se opone a la de esta civilización cuyo sentido rechazo y cuyo símbolo es la ciudad en donde vivo desterrado, sólo para ganarme la vida, sin integrarme a ella, en el repudio hacia ella. Es posible que esta "Crónica" sea un primer intento que alguna vez retomaré, un primer paso hacia un poema épico para el cual todavía no estoy preparado. Mi trabajo actual está orientado en otro sentido, que no creo del caso hablar ahora, para utilizar figuras manidas, la primavera trabaja mudamente las raíces del trigo que va a aparecer. Tal vez sí apunte a una contradicción de mí mismo, una contradicción dolorosa, porque yo no soy poeta de la aventura, sino del orden, aun cuando admire a los innovadores auténticos, por supuesto. Pero sí, quiero establecer que para mí lo importante en poesía no es el lado puramente estético, sino la poesía como creación del mito, y de un espacio y tiempo que trasciendan lo cotidiano, utilizando muchas veces lo cotidiano. La poesía es para mí una manera de ser y actuar, aun cuando tampoco puedo desarticularla del fenómeno que le es propio: el utilizar para su fin el lenguaje justo para este objeto. Mi instrumento contra el mundo es otra visión del mundo, que debo expresar a través de la palabra justa, tan difícil de hallar. Porque el poema no debe (como dice Archibald McLeish) "significar sino ser". Tal vez lo que importa no es dar en el blanco, sino lanzar la flecha. Y de nada vale escribir poemas si somos personajes antipoéticos, si la poesía no sirve para comenzar a transformarnos nosotros mismos, si vivimos sometidos a los valores convencionales. Ante el "no universal" del oscuro resentido, el poeta responde con su afirmación universal.
IV
Nunca he pensado escribir una poesía original, ni me tengo por un ser sin antepasados poéticos. Cada poeta tiene una línea que va siguiendo. Es la mía la de Francis Jammes, Milocz en alguna de sus etapas, René Guy Cadou —un poeta con cuya visión del mundo creo tener afinidad—, Antonio Machado, para citar a los poetas principales, y en las lenguas que puedo leer en versiones originales, lo que me parece fundamental. En prosa, la línea de Robert Louis Stevenson, Alain Fournier, Selma Lagerlof, cierto Knut Hamsum, Edgar Allan Poe (Arturo Gordon Pym). En Chile, alguna vez me adscribí a un cierto sentido de la poesía que yo mismo llamé "lárica" (ver Boletín de la Universidad de Chile, número 56, 1965, mi trabajo "Los poetas de los lares"), y en donde están, entre otros, Efraín Barquero y Rolando Cárdenas, para citar sólo a mis coetáneos. A través de la poesía de los lares yo sostenía una postulación por un "tiempo de arraigo", en contraposición a la moda imperante e impuesta por ese tiempo, por un grupo ya superado, el de la llamada Generación del 50, compuesto por algunos escritores más o menos talentosos, por lo menos en el sentido de la ubicación burocrática, el conseguir privilegios políticos, el iniciar empresas comerciales, representantes de una pequeña burguesía o burguesía venida a menos. Ellos postulaban el éxodo y el cosmopolitismo llevados por su desarraigo, su falta de sentido histórico, su egoísmo pequeño burgués. De allí ha nacido una literatura que tuvo su momento de auge por la propaganda y autopropaganda, pero que por frívola y falta de contacto con la tierra, por pertenecer al oscuro mundo de la desesperanza ha caducado en pocos años. La pretendida crisis de la novela chilena no es, tal vez, sino crisis de la inautenticidad, de renuncia a las raíces, incluso a las de nuestra tradición literaria, por pobre que sea. En cambio, la mayor parte de nuestros poetas se mantienen fieles a la tierra, o vuelven a ella, como es el caso desde Neruda y Pablo de Rokha a Teófilo Cid y Braulio Arenas, ex surrealistas; o como en los más destacados poetas de la última generación, la poesía es expresión de una auténtica lucha por esclarecerse a sí misma, o por poner en claro la vida que la rodea. Pero mejor que yo lo dice Rilke: "Para nuestros abuelos una torre familiar, una morada, una fuente, hasta su propia vestimenta, su manto, eran aún infinitamente más familiares; cada cosa era un arca en la cual hallaban lo humano y agregaban su ahorro de humano. He aquí que hacia nosotros se precipitan llegadas de EE.UU cosas vacías, indiferentes, apariencias de cosas, trampas de vida... Una morada en la acepción americana, una manzana americana, o una viña americana nada tienen de común con la morada, el fruto, el racimo en los cuales había penetrado la esperanza y la meditación de nuestros abuelos... La cosas dotadas de vida, las cosas vividas, las cosas admitidas en nuestra confianza, están en su declinación y ya no pueden ser reemplazadas. Somos tal vez los últimos que conocieron tales cosas. Sobre nosotros descansa la responsabilidad de conservar no solamente su recuerdo (lo que sería poco y de no fiar), sino su valor humano y lárico". Hasta aquí Rilke (1929). Y no se debe añadir nada más. Dentro del mismo Estados Unidos los movimientos de los beatniks y los hippies recuperan también este mundo del "lar".
V
Lo he dicho entre líneas, pero ahora quiero hacerlo explícito: el personaje que escribe no soy necesariamente yo mismo, en un punto estoy como un ser consciente, en otro la creación que nace del choque mío contra mi doble, ese personaje que es quien yo quisiera ser tal vez. Por eso el poeta es quizás uno de los menos indicados para decir cómo crea. Cuando el poeta quiere encontrar algo se echa a dormir, me parece que lo dice León Felipe. Habitualmente el poema nace en mí como un vago ruido que debe organizarse alrededor de la palabra o la frase clave o una imagen visual que ese mismo ruido o ritmo mejor dicho, concita. No puedo concebir luego el poema en la memoria, sino que debo escribir la palabra o frase clave en un papel, y ver cómo se van organizando alrededor de ella las demás. Nunca corrijo, sino que escribo varias versiones, para elegir una, en la cual trabajo. A veces queda limpia de toda intervención posterior, otras veces empiezo a podar y corregir en exceso, quitando espontaneidad. Creo que algo de eso me ocurrió en la Crónica del Forastero. Pero en realidad, nunca sé en verdad lo que voy a decir hasta que no lo he dicho.
VI
Releo este trabajo, como de costumbre me siento disconforme de él, pero hemos llegado a un fin y eso no carece de importancia.
Me molesta el tono impostado y dogmático que he solido adoptar, así como el de querer decir verdades últimas. De veras, muchas veces no sé si soy poeta o no, no sé si sobrevivirá de lo que he escrito por lo menos "algunas palabras verdaderas" como pedía Antonio Machado. Pero "nuestra duda es nuestra pasión y nuestra pasión es nuestra tarea". No soy humilde, al estilo de los que dicen, como decía la violeta, "a humilde a mí no me la gana nadie", pero tampoco seguro de si lo que escribo vale ante los demás y ante mí mismo. Tal vez alguna vez ya no escriba más poesía, tal vez siga en esta tarea que nadie sino yo mismo me he impuesto, no para vender nada, sino para salvar mi alma, en el sentido figurado y literal.
Bien, si difícilmente he podido comunicar algo pido disculpas afirmando como lo hace Humpty Dumpty en Alicia a través del espejo que las palabras no significan sino lo que nosotros queremos que signifiquen. De todos modos, para terminar diré que "el vino y la poesía con su oscuro silencio" dan respuesta a cuanta pregunta se le formule y que si mi amigo el poeta Nicanor Parra escribe "Total cero" en un "artefacto" de epitafio a Pablo de Rokha yo prefiero decir con Paul Eluard que "toda caricia, toda confianza sobrevivirá", y con René Char: "A cada derrumbe de las pruebas el poeta responde con una salva por el porvenir".

En Trilce, Valdivia, N°14, 1968-1969, pp. 13-17. También publicado en Aisthesis, Santiago, Nº 5, 1970, pp. 279-284; en Antología de la poesía chilena contemporánea, Alfonso Calderón (comp.), Universitaria, 1971, pp. 351-359 y en Muertes y Maravillas, Universitaria, 197? 

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