martes, 10 de junio de 2014

Vino un peligroso de honor

Reviví una situación de peligro personal al re-ingresar muy premeditamente después de casi 20 años, al número 7 de la Calle Simpson, el jueves 7 del mes 7 del año 2005 (2+0+0+5=7) a las 7 de la tarde-noche. Desde un territorio conocido históricamente como peligroso, vino un poeta que fue realmente declarado peligroso en su país. Ese día también acudieron personas que aparentemente, y acogiendo una invitación de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH), sólo iban a un encuentro con la poesía del invitado (el día anterior en El Palacio de Gobierno había recibido un premio, cuyo nombre corresponde a un hombre que hace algunas décadas fue declarado peligroso en Chile). Antes de que el visitante diera inicio a su lectura, se habló de la insatisfacción que provoca la infructuosamente peligrosa búsqueda de la felicidad, se predijo que el poeta visitante seguiría recibiendo mayores premios, predicción que consideré inexplicablemente peligrosa. Asistían al encuentro mujeres de aspecto delicado y peligroso (una alemana de cabellera teñida pelirroja, viuda de un artista plástico mapuche) inofensivos jóvenes (un compañero de colegio de mis hijos, que comúnmente veo con un vaso de algo que parece inocentemente no peligroso, en la mano) y en general oyentes, escritores, vividores y bebedores de poesía. Luego de oír palabras de peligroso rigor, el poeta comenzó su participación. Le dije a una buena moza mujer-señora que nerviosa tomaba apuntes a mi lado, -fíjese en los diminutivos casualmente peligrosos que aparecen algunas veces, como por ejemplo en este poema.

decir que esa mujer era dos mujeres es decir poquito, debía tener unas 12.397 mujeres en su mujer
Le comenté a continuación que los cuatro poetas portugueses que, según el poema que escuchábamos, habían sido alimentados por un solo e indefenso funcionario público, configuraban la peligrosa desconcentración de cuatro formas de escribir poesía, desde un solo heterónimo corazón. Le agregue que el siguiente poema leído en el que se reverenciaba a Catulo, representa una peligrosa intertextualidad, parecida a ésta:
Si me dieran a elegir
yo elegiría este amor con que odio
esta esperanza que come panes desesperados
Aquí pasa, señores, que me juego la muerte.
Por último le advertí que su profesora de lingüística le había dado una tarea exigentemente peligrosa al indicarle que asistiera a este encuentro. El visitante llevaba hablando varios poemas en voz peligrosamente baja, como un bandoneón jubilado de tanto peligroso tango, leído en memoria de los párpados caídos en tantos ojos claros como los suyos. Leía de tal forma que hacia aparecer imágenes y remembranzas dolorosas, con palabras que traslucían de manera visiblemente clara, experiencias extremadamente peligrosas, imágenes como por ejemplo:
te mostraré mi rabioso corazón
te pisaré loco de furia.
te mataré los pedacitos
te mataré uno con Paco.
otro lo mato con Rodolfo.
con Haroldo te mato un pedacito más.
te mataré con mi hijo en la mano.
voy a venir con diana y te mataré.
voy a venir con jote y te mataré.
te voy a matar, derrota.
Considero que el encuentro cumplió con creces su oferta, pero no así con una promesa ansiosamente esperada; la invitación informaba que habría vino de honor para quienes asistieran. El vino de honor no alcanzó para todos los asistentes incluido el ilustre visitante, pero la poesía y el peligro sobraron (mas o menos igual que las redundancias que aquí abundan). Estimo que la poesía disponible alcanzó incluso para todos los inasistentes y quedó una buena cantidad sin repartir, que quizás peligrosamente se guardó en el aire para otra ocasión. Al escribir un relato sobre el encuentro, aprovecho de darle gracias al visitante por acceder a su petición de escribir en su libro GOTAN (que compré ese mismo día para regalar) una dedicatoria a mis hijos. Además agradezco a la persona desconocida que me facilitó (le solicito me  envíe la manera de contactarlo) la parte del dinero que me faltaba (un séptimo) para adquirir el libro mencionado. Mientras hacia la fila para que el libro fuese autografiado, la viuda pelirroja le dijo que esposo había sido tratado como un peligroso artista, luego hizo aparecer una máquina fotográfica digital, para pedirme que registrara la cara de felicidad que puso el poeta cuando le dijo quien era ella y cuando abrió los regalos que le traía. Una vez que concluyó ese reencuentro me llegó el turno, le pase su libro al tiempo que miraba su amable rostro relatándole que éste era mi segundo encuentro con ellos, al rostro y al libro del poeta me refiero. El anterior encuentro con este rostro amable había tenido lugar a través de un afiche que, a mediados de la segunda mitad del siglo pasado un amigo vio en la frontera Chileno-Argentina, donde bajo un peligroso retrato de nuestro visitante, estaba la antigua leyenda "SE BUSCA", junto con algunas palabras que daban a entender el peligro que el (y su poesía) constituía para Argentina. El visitante le declaró con una sonrisa de boca y de mejilla -todavía lo soy o espero serlo-. Agradezco por último al Abogado, Poeta y ex alumno del Internado Nacional Barros Arana, como el y como el otro amigo más arriba mencionado, que me avisó de este encuentro y por ayudarme a revivir el interés por la literatura, además quede muy agradecido por recomendarme llegar con una hora de anticipación, así pude asegurar y obtener un peligroso buen lugar. Gracias a su aviso sentí y salude al poeta tremendo Juan Gelman, (según sus palabras una vez mas se había sentido en Santiago de Chile como en casa y no sentí que fuesen palabras de buena crianza), en un rincón de la SECH, donde por dos horas y media tuve el privilegio ser uno de los invitados. Escribí que, para ser franco, no creía que sea algo raro que lo peligroso se vuelva inofensivo, pero si me parecía literariamente sospechoso que lo mismo pase con la poesía.

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